¿En qué clase de mundo civilizado y humano vivimos, si pasamos
por encima y olvidamos intencionadamente a aquellos que no alcanzan o llegan
más lentos unos parámetros muy característicos y acomodados para determinadas
minorías autodenominadas superiores/ mejores?
El aprendizaje, es después de todo, y aunque a muchos/as se
les olvide la adquisición y comprensión de determinados conocimientos, fin; sin
tiempos, sin marcas, sin estigmas… es simplemente, llegar a los conocimientos y
conservarlos de manera comprensiva, aprovechable. Lo ideal es que se produzca
un aprendizaje conjunto aunque sea a ritmos diferentes.
Tristemente todo esto sigue siendo muy complicado y tal vez
un poco utópico en los tiempos en que vivimos, en los que prima el
individualismo, la conexión mundial sin contacto personal y la presión
aplastante de los más fuertes, pese a los siglos de historias y lecciones de
superación que han pasado de largo dejando una marca breve o inexistentes en
las conciencias de las personas.
La historia de la humanidad está marcada, manchada de
estigmas de dominación de los supuestos más fuertes sobre los supuestos débiles,
con paradigmas y reducciones sociales falsas que se encargan de encasillar a
las sociedades y sus individuos de manera ordenada y conveniente. Y la escuela,
siempre vendida y al servicio de quien convenga no se queda atrás en estos
menesteres; negando los derechos de las personas diferentes, no necesariamente
con necesidades especiales, simplemente distintos a los cánones establecidos.
Es bien sabido también, que se pretende, aunque sea de
manera oculta o indirecta mantener el poder y el statu quo tal cual está.
Condicionando los avances, descartando personas e invisibilizando otras.
Promoviendo la supremacía infiltrada en inocentes publicidades o lecturas que
abogan por una sociedad con determinadas características falsas y exageradas,
que son prácticamente inalcanzables y que solo pueden tocar aquellos “elegidos”
que se aferran al poder y al antiguo funcionamiento de un mundo feudal y
esclavista que es vendido por libre, cada vez más igualitario y con infinidad
de igualdad de oportunidades.
Nos preocupamos por cosas innecesarias o distractoras que
incluso los telediarios fomentan de manera sensacionalista para mantener
ocupado al pueblo con cosas “importantes” mientras detrás del telón se
tergiversa, manosea y rompe las cosas que realmente son IMPORTANTES. Nos
cierran los ojos a lo que ocurre en el mundo entero, juegan con nosotros
distrayendo de los verdaderos peligros que nos acechan y nos hacen creer que
todo está bien y que somos nosotros quienes decidimos. Nos hacen egoístas,
ególatras, misóginos, falsos moralistas, megalómanos, racistas, desalmados…
porque realmente no es posible, que después de tantos siglos de progresos, de
ser homínidos avanzados y estar rodeados de tecnologías inteligentes, los seres
humanos podamos ser tan fríos, tan preocupados de lo nuestro en detrimento de
otros, tan interesados en vendernos lo más posible en las redes sociales y
descuidando nuestras vidas reales, despreocupándonos de los de fuera porque “están
muy lejos”, dejando morir gente y alarmándonos cuando salen casos exagerados
sin ser conscientes de que el planeta está consumido, corrupto y herido.
Desgraciadamente seguimos viviendo en una sociedad
centralizada, con valores muy arraigados en la superioridad de la raza, el
sexo, la edad y las capacidades, una “superioridad” que realmente no puede
presentar pruebas reales de su existencia o su valor. Se defiende una mayoría
no equitativa, ni realmente definitoria de lo que es la sociedad real y las
personas que la componemos. Es una mayoría excluyente, de conveniencia de poder
que defiende una superioridad inexistente con argumentos que analizados
seriamente no existen.
Además, hay que detenerse a pensar fríamente que tipo de
sociedad queremos crear para los niños y niñas del futuro independientemente de
sus condiciones cognitivas, físicas, sociales o culturales; una que como ahora,
promueva la diferencia, la competición y la superioridad de unos pocos por
encima de unos muchos sin voz, o una que defienda las diferencia, las acepte e
incluso las fomente, que brinde su apoyo a quien lo necesita y pueda subsistir
con una colaboración igualitaria en la que la mayor parte de la población esté
lo mejor posible, y no lo mejor que se lo pueda permitir. Una sociedad en la
que vemos cómo se van quitando ayudas a personas que no tienen otra forma de
vivir, una que cierra los ojos mientras en otras partes del mundo se cometen
atrocidades, una que acepta sin rechistar los mandatos algo mentirosos de los
gobernante y grandes empresarios o por el contrario una sociedad pensante que
vea, hable y defienda todos los derechos que por naturaleza le pertenecen y se
le ha hecho creer que no tienen o debe ganarse.
Pero volviendo a la educación, la escuela es
desgraciadamente una vendida al mejor postor, por tanto se hace muy difícil
generar cambios de libertad, igualdad y equidad que son defendidos por muy
pocos/as; por minorías en ocasiones silenciadas. Por minorías que son los
únicos capaces de ver los problemas que se tiene al no ser un varón caucásico,
de inteligencia media, y con posición económica adecuada. Por minorías que,
realmente no son realmente minorías, y además son las únicos capaces de sentir
las dificultades, que en ocasiones no saben cómo defenderse o promover un
cambio, que han sido borradas y escondidas de las página de la historia como si
carecieran de importancia.
De todas maneras no hay que perder la esperanza, y dejarse
vencer en la lucha, después de todo… un solo grano de arena es capaz de generar
una avalancha, las alas de una mariposa pueden ocasionar un tsunami y el
pequeño David fue capaz de vencer a su propio gigante.
J. J.