Todo había cambiado. Todo menos su olor. Entre la confusión del reencuentro inesperado, pudo percibir su aroma a piel y flores. La memoria no lo había engañado, la fragancia era tal y como la recordaba. Aunque ella ya no fuera suya, sentía que su olor le pertenecía, que era algo para él. El silencio –con notas florales y miradas habladoras- los aislaba del trajín de la ciudad. Se suponía que él tendría que decir algo como hola o cuánto tiempo, pero sólo atinó a perderse en la oscuridad de sus ojos y alimentarse de su fragancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario