No recuerdo exactamente cuando fue, sólo sé que no era una
niña pequeña y que pasó por pura casualidad. Sé leer desde los 4 años, pero no es lo mismo: leer, que LEER; si bueno, sé que suena igual, pero
en mi cabeza no es lo mismo.
Porque leer, es lo que hace todo el mundo cuando encuentra
un papel, un cartel, una hoja, un periódico o incluso un libro.
Pero, LEER, es algo
muy diferente. Es meterse en las páginas del libro, es vivir entre las
letras. Dormir en las vocales y caminar
por las consonantes. Es saltar de punto a punto como si fueran piedras en un
río, es colgarse de las comas y mirar entre los dos puntos. Es saltar a la
comba con la U y jugar al hula hoop con la O. Es soñar y formar parte de la
historia, es convertirse en princesa, orco, asesino en serie y extraterrestre. Es
vivir en universos paralelos sin salir realmente del tuyo, es pasarse horas en
un cambiar de páginas. Es volar como los peces o reptar jirafas. Es todo lo que
quieras imaginar y mucho más. Es nunca estar solo, es pasar temporadas en las
cabezas de otras personas y vivir otras vidas, es magia encerrada en un cofre
sin candado.
Por eso hay una gran diferencia entre leer y LEER, y yo la
descubrí cuando aprendí y me enamoré de leer algo porque me gustaba. Sucedió sin
ser consciente, cuando un libro, el cual ni siquiera recuerdo cual fue, cayó en
mis manos y lo devoré sin darme cuenta sintiéndome triste por perderlo y
queriendo recuperarle en las páginas de otro.
Es como… ese amor verdadero del que nunca acabas de
recuperarte, el beso perfecto que marca todos los demás. Ese que… vas buscando
en todas partes y nunca encuentras porque sabes que el primero era perfecto, y
ninguno será igual. Es la misma sensación, pero no es igual, o tal vez sí... Porque
es el ansia de recuperar esas sensaciones, el bienestar que da perderse entre
sus hojas, la desesperación por querer leerlo y el miedo a que se acabe. Es como
una droga, difícil de dejar; de eso se trata, de que sea adictivo.
No recuerdo como se llamaba la primera persona que me hizo
enamorarme de su libro, sólo sé que el día que comprendí que hay algo más que
esas cosas que nos marcan leernos en clase, (la mayor parte de las veces
aburridas) que no despiertan el amor; y además creo que, si no todo el mundo ama a los libros, es
porque no ha encontrado a su primer compañero perfecto. Y porque, no ha
comprendido aun, el placer de la lectura por LEER, que el deber de hacerlo
porque es lo que toca.
También recuerdo que en mi casa siempre ha habido libros,
siempre me han enseñados a cuidarlos y a tratarlos como un tesoro, a
protegerlos como si fueran mágicos y procurar que estén en las mejores
condiciones a pesar de que el paso del tiempo endurezca sus páginas y las
vuelva amarillas.
Pero como en todo lo demás, no comprendí lo que era el amor
por los libros, hasta que me enamoré de uno… que ya no recuerdo como se
llamaba, cuántas páginas tenía ni, cuanto tiempo duró.
Lo único que sé es que cambió mi vida, para siempre y desde
él, el mundo ya no volvió a ser el mismo, nunca más.
Quiero que, entre otras cosas… llenes nuestra casa de libros.
J. J.
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