domingo, 19 de octubre de 2014

Una venda en los ojos


 La base de la educación no es sino el respeto, el aprendizaje y la superación personal; pero todo esto parece que se olvida o se deja de lado a la hora de llevarse a la realidad, puesto que los niños y niñas son juzgados por su adaptación y conocimientos de un currículo que no se adapta a ellos/as ni a la sociedad que viven y encima les compara y enfrenta unos con otras. Que quienes aprenden más y más rápido posean más prestigio no es precisamente el retrato de una sociedad justa; se deberían de tener en cuenta todos los avances, por mínimos que sean, puesto que estos también son importantes no una vergüenza, desdicha o deshonra que pueda ser descartada o invisibilidad como si no mereciese consideración alguna por ser tal vez un poco pobre; es decir... 

¿En qué clase de mundo civilizado y humano vivimos, si pasamos por encima y olvidamos intencionadamente a aquellos que no alcanzan o llegan más lentos unos parámetros muy característicos y acomodados para determinadas minorías autodenominadas superiores/ mejores?

El aprendizaje, es después de todo, y aunque a muchos/as se les olvide la adquisición y comprensión de determinados conocimientos, fin; sin tiempos, sin marcas, sin estigmas… es simplemente, llegar a los conocimientos y conservarlos de manera comprensiva, aprovechable. Lo ideal es que se produzca un aprendizaje conjunto aunque sea a ritmos diferentes.

Tristemente todo esto sigue siendo muy complicado y tal vez un poco utópico en los tiempos en que vivimos, en los que prima el individualismo, la conexión mundial sin contacto personal y la presión aplastante de los más fuertes, pese a los siglos de historias y lecciones de superación que han pasado de largo dejando una marca breve o inexistentes en las conciencias de las personas.


La historia de la humanidad está marcada, manchada de estigmas de dominación de los supuestos más fuertes sobre los supuestos débiles, con paradigmas y reducciones sociales falsas que se encargan de encasillar a las sociedades y sus individuos de manera ordenada y conveniente. Y la escuela, siempre vendida y al servicio de quien convenga no se queda atrás en estos menesteres; negando los derechos de las personas diferentes, no necesariamente con necesidades especiales, simplemente distintos a los cánones establecidos.

Es bien sabido también, que se pretende, aunque sea de manera oculta o indirecta mantener el poder y el statu quo tal cual está. Condicionando los avances, descartando personas e invisibilizando otras. Promoviendo la supremacía infiltrada en inocentes publicidades o lecturas que abogan por una sociedad con determinadas características falsas y exageradas, que son prácticamente inalcanzables y que solo pueden tocar aquellos “elegidos” que se aferran al poder y al antiguo funcionamiento de un mundo feudal y esclavista que es vendido por libre, cada vez más igualitario y con infinidad de igualdad de oportunidades.

Nos preocupamos por cosas innecesarias o distractoras que incluso los telediarios fomentan de manera sensacionalista para mantener ocupado al pueblo con cosas “importantes” mientras detrás del telón se tergiversa, manosea y rompe las cosas que realmente son IMPORTANTES. Nos cierran los ojos a lo que ocurre en el mundo entero, juegan con nosotros distrayendo de los verdaderos peligros que nos acechan y nos hacen creer que todo está bien y que somos nosotros quienes decidimos. Nos hacen egoístas, ególatras, misóginos, falsos moralistas, megalómanos, racistas, desalmados… porque realmente no es posible, que después de tantos siglos de progresos, de ser homínidos avanzados y estar rodeados de tecnologías inteligentes, los seres humanos podamos ser tan fríos, tan preocupados de lo nuestro en detrimento de otros, tan interesados en vendernos lo más posible en las redes sociales y descuidando nuestras vidas reales, despreocupándonos de los de fuera porque “están muy lejos”, dejando morir gente y alarmándonos cuando salen casos exagerados sin ser conscientes de que el planeta está consumido, corrupto y herido.

Desgraciadamente seguimos viviendo en una sociedad centralizada, con valores muy arraigados en la superioridad de la raza, el sexo, la edad y las capacidades, una “superioridad” que realmente no puede presentar pruebas reales de su existencia o su valor. Se defiende una mayoría no equitativa, ni realmente definitoria de lo que es la sociedad real y las personas que la componemos. Es una mayoría excluyente, de conveniencia de poder que defiende una superioridad inexistente con argumentos que analizados seriamente no existen.


Además, hay que detenerse a pensar fríamente que tipo de sociedad queremos crear para los niños y niñas del futuro independientemente de sus condiciones cognitivas, físicas, sociales o culturales; una que como ahora, promueva la diferencia, la competición y la superioridad de unos pocos por encima de unos muchos sin voz, o una que defienda las diferencia, las acepte e incluso las fomente, que brinde su apoyo a quien lo necesita y pueda subsistir con una colaboración igualitaria en la que la mayor parte de la población esté lo mejor posible, y no lo mejor que se lo pueda permitir. Una sociedad en la que vemos cómo se van quitando ayudas a personas que no tienen otra forma de vivir, una que cierra los ojos mientras en otras partes del mundo se cometen atrocidades, una que acepta sin rechistar los mandatos algo mentirosos de los gobernante y grandes empresarios o por el contrario una sociedad pensante que vea, hable y defienda todos los derechos que por naturaleza le pertenecen y se le ha hecho creer que no tienen o debe ganarse.

Pero volviendo a la educación, la escuela es desgraciadamente una vendida al mejor postor, por tanto se hace muy difícil generar cambios de libertad, igualdad y equidad que son defendidos por muy pocos/as; por minorías en ocasiones silenciadas. Por minorías que son los únicos capaces de ver los problemas que se tiene al no ser un varón caucásico, de inteligencia media, y con posición económica adecuada. Por minorías que, realmente no son realmente minorías, y además son las únicos capaces de sentir las dificultades, que en ocasiones no saben cómo defenderse o promover un cambio, que han sido borradas y escondidas de las página de la historia como si carecieran de importancia.

De todas maneras no hay que perder la esperanza, y dejarse vencer en la lucha, después de todo… un solo grano de arena es capaz de generar una avalancha, las alas de una mariposa pueden ocasionar un tsunami y el pequeño David fue capaz de vencer a su propio gigante.

J. J