sábado, 25 de septiembre de 2010

Hay momentos en que tenemos que hablar en serio...


La Alianza Española contra la Pobreza a denuncia que, si no cambian las cosas, a consecuencia de la pobreza, enfermedades o discapacidades en el año 2015 habrán muerto en el mundo 45 millones de niños y 97 millones de menores seguirán sin escolarizar. “No debemos resignarnos a que mueran cada día de hambre 30.000 seres humanos, ni a que cada año fallezcan 10 millones de niños y niñas por causas fácilmente evitables cuando hay recursos para ello”, apunta David Álvarez, portavoz de Alianza contra la Pobreza. Lo lamentable es que estas cifras siempre suenan lejos, pero están más cerca de lo que imaginamos. Tan sólo un dato para la reflexión: el continente africano es uno de los que más pobreza sufre y el Estrecho de Gibraltar sólo mide 14 kilómetros...

La madurez de la sociedad es un proceso evolutivo y social en el cual las personas con discapacidad prácticamente no han tenido cabida. Todas las sociedades deberían contar con los recursos y el apoyo necesario para que las personas con discapacidad y sin recursos consigan integrarse en la estructura social. Pero la realidad de muchos países no concuerda con este ideal y en muchas sociedades, incluida la nuestra, la prosperidad no entra en todos los hogares.
Estudios recientes demuestran que el desarrollo de la sociedad no suele producirse paralelamente al progreso material, por lo que incluso en épocas de expansión económica, hay personas que no se benefician de esta prosperidad. En estos grupos se encuentran, muy frecuentemente, las personas con discapacidad y sus familias. En este sentido, ningunear la discapacidad es una muestra de falta de humanidad, pues se deja de lado a personas que, igualmente preparadas, podrían contribuir al enriquecimiento del país con su trabajo y experiencia personal.

Muchas de estas personas, con una salud debilitada por su discapacidad y una alimentación deficitaria, no cuentan con una formación adecuada por falta de recursos y porque la sociedad, nuestra sociedad, no les ha dado la oportunidad de recibir ni educación ni una especialización apropiada para desempeñar un puesto de trabajo cuanto menos digno.

Numerosas teorías sostenían que el desarrollo de la sociedad sería una consecuencia lógica del crecimiento económico de las naciones, pero sucedió lo contrario. La globalización y la nueva economía han hecho que la desigualdad aumente hasta producir una “brecha” inevitable que se mantiene hasta hoy. Como consecuencia, los ricos son más ricos y los pobres, cada día más pobres.

Desde la Alianza Española contra la Pobreza aseguran que la falta de voluntad política que propicie un mejor reparto de los recursos, es la que condena a la mitad de la población mundial a vivir en la pobreza ya que existen recursos económicos, tecnologías y capacidades más que suficientes para erradicarla.

En el ámbito internacional, los organismos oficiales reconocen que las personas con discapacidad se encuentran entre los más pobres de los pobres y su situación está lejos de ser satisfactoria en casi todos los países, por no decir en todos. Cuando hablamos de pobreza siempre miramos a los países del denominado Tercer Mundo y, aunque no son los únicos donde la pobreza hace estragos, nos sobran los motivos para asociar estos conceptos con los países en desarrollo.

Es bien sabido que hay un fuerte vínculo entre pobreza y discapacidad y que está estrechamente relacionado con la situación económica general de un país y sus condiciones de vida. Los factores que causan la pobreza no tienen el mismo impacto en todos los grupos, ni las medidas para erradicarla tienen el mismo efecto sobre unos y otros. En algunos países en desarrollo existe un ciclo de pobreza ligado a altas tasas de analfabetismo, desnutrición, desempleo y subempleo, así como a un acceso limitado a programas de vacunación y cuidados de salud materno-infantil. Por ello, es muy probable que la gente con discapacidad tenga condiciones de salud, vida y trabajo sumamente precarias.

La discapacidad puede considerarse un indicador alterno de pobreza. En términos de salud, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 50% de las discapacidades se pueden prevenir. La ceguera, la poliomielitis, la hipoacusia, la lepra, etc. ocurren en algunos estados africanos como una de las múltiples consecuencias de la pobreza. En los aspectos sociales, políticos y económicos, la discapacidad está relacionada con situaciones de exclusión y marginación en instituciones como las educativas, procesos comunitarios políticos y legales, empleo y participación social. Todos estos factores fortalecen las desventajas de contar con una discapacidad y potencian la pobreza.



En principio, es fácil deducir que las causas que inducen a alguien que tiene una discapacidad a vivir en la pobreza (y viceversa) son la suma de los factores que, por separado, llevan a una persona a sufrir discriminaciones por ser discapacitado y a vivir excluido de la sociedad por no contar con recursos económicos suficientes. Sin embargo, como asegura Concha García, responsable del equipo técnico de Cáritas Madrid, “no se sabe si la discapacidad genera la pobreza o es esta situación de exclusión social la que genera la propia discapacidad. Pero se sabe que el colectivo de las personas con discapacidad es uno de los que cuenta con menos recursos existentes y que la mala alimentación, la escasez de asistencia, los malos hábitos, la precariedad sanitaria, etc. llevan a situaciones de pobreza”.

El elemento de normalización más importante es el empleo, y el respaldo de la familia es primordial para superar la discapacidad cuando los recursos económicos son escasos.

Lamentablemente, en nuestra sociedad, aún hoy existe otra traba social importante: los prejuicios o la estigmatización. Al tratarse de la unión de dos colectivos por sí mismos ya vulnerables, el resultado es un sector de la población con altísimo riesgo de exclusión social. Según la representante de Cáritas Madrid, “existe una mirada especial hacia las personas con discapacidad, sobre todo cuando viven por debajo del umbral de la pobreza. La sociedad es determinante, y aunque cada caso es diferente, cuando tienes recursos y todas las capacidades para salir adelante es mucho más fácil que cuando, a priori, te encuentras en desventaja, como le ocurre a estas personas”.

Las secuelas mentales, que incluso pueden desencadenar discapacidades, derivan de situaciones de exclusión como éstas. Son muy comunes entre personas que han luchado por salir adelante pero sólo han encontrado trabas por su discapacidad y prejuicios por su pobreza.

Perseguir la igualdad, la no discriminación y abogar por la inclusión de la gente con discapacidad es una máxima que debe ser transversal y multidimensional, así como un asunto de derechos humanos que persiga alcanzar cualquier sociedad que se precie como justa y solidaria. Sin embargo, individualmente es difícil presionar lo suficiente para conseguir mejorar la calidad de vida y, en definitiva, reducir o eliminar la pobreza y la exclusión social.

La mayor parte de las veces no hay suerte en los comedores sociales y albergues porque están llenos; este apoyo no es suficiente en relación a la demanda existente.

A menudo se olvida a personas y países que necesitan ayuda constante; son personas y países asolados por el hambre y la pobreza.

Así, nos aferramos con ilusión a la afirmación que se puede leer en el Informe sobre Desarrollo Humano de 2003: “el nuevo siglo ha empezado con una declaración de solidaridad sin precedentes y con el firme propósito de acabar con la pobreza en el mundo”. Ahora los objetivos y las metas ya están fijados, que se consiga o no depende de todos nosotros.



Solo unas cifras mundiales.


• De los más de 600 millones de personas con discapacidad que hay en el mundo, más del 70% vive en economías en desarrollo o en transición.
• El 98% de los niños con discapacidad no asisten a la escuela.
• Aproximadamente una de cada cinco personas con discapacidad vive con menos de un dólar diario.
• El 98% de las personas con discapacidad en países en desarrollo no tienen acceso a la rehabilitación o a los servicios básicos.
• Más del 80% de las personas con discapacidad están desempleadas.





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