domingo, 30 de mayo de 2010

Relato...



Las luces nocturnas de los coches se colaban por la destartalada persiana de la gran ventana. Intentaba dormir, se suponía que debería estar haciéndolo hace ya tres horas. Pero por extrañas razones no podía, el reloj retumbaba penetrante en su cabeza y los reflejos luminosos de fuera no dejaban de hacer extraños dibujos efímeros en las paredes de esa habitación que tanto conocía, la suya. El cansancio luchaba por vencerla pero sus ojos no querían cerrarse. La cama se encontraba ya destrozada de tantas vueltas que había dado en su propio eje intentando encontrar el sueño enterrándose en la almohada. El frío se le colaba por debajo de las mantas tiradas y la cortina se movía libremente casi por toda la habitación como si fuese su dueña. Con mucha pereza se levanto a cerrar la venta para no congelarse. Antes de volver a su lecho se quedo paralizada delante la ventana admirando el hermoso paisaje nocturno. Una enorme luna llena coronaba el cielo que lloraba calmada y tranquilamente acompañado de una tranquila brisa y escasa niebla que daba a la noche un toque sombrío y precioso. Un enorme bostezo pinto su delicado rostro, se aparto de la ventana y volvió a la cama con la esperanza de caer rendida en los brazos de Morfeo. Se acercó lentamente a ella y se dejo caer rendida, con lentitud y letargo se metió debajo de las descolocadas sabanas y cerro sus ojos. La mañana siguiente debería emprender muy temprano su viaje y no quería estar cansada, pero contra su voluntad iba a estarlo. Echaría de menos todo aquello, aunque nunca se sintió verdaderamente apegada a nada. Ahora que llegaba el momento de dejarlo notaba que sentía melancolía cuando imaginaba como sería todo desde el día siguiente. La decisión estaba tomada y no iba a echarse para atrás, después de todo había sido ella misma quien quería desde hace años que eso sucediese.
En la mañana los rayos de sol golpearon su rostro pocas horas después de haber conseguido conciliar el ansiado sueño. Miró el reloj, faltaba mucho todavía para que tuviese que partir; sabía que pese a las desesperadas ganas de dormir que sentía no lo haría por tanto se levanto con calma y se dio un reconfortante baño con agua tibia, intentando aliviar el cansancio. Con la misma tranquilidad se vistió, comió algo que quedaba por acabar, recogió las últimas cosas y se recostó en el sofá a esperar que llegase el momento de partir.
Sin darse cuenta sus parpados cayeron, el cansancio de la noche anterior la había conseguido vencer. Y nuevamente después de tantos meses volvía tener ese extraño sueño. Esos enormes ojos color esmeralda la miraban desconcertados intentando salvarla de algo, de si mismo tal vez, puesto que no había allí nadie mas que no fuese ella y quien la observaba. Intentó como en otras ocasiones preguntarle que sucedía y esta vez fue distinto, el respondió, por primera vez
- aléjate –pronuncio con voz firme pero a la vez de súplica.
- ¿Qué pasa? ¿Quién eres? ¿de qué debo alejarme? –como estaba acostumbrada no obtuvo mas respuestas, él se desvaneció ante sus ojos como en otras ocasiones.
Se levantó alterada, no sabía por que, pero cada vez que tenía ese sueño, se despertaba temblorosa y nerviosa, como si en realidad lo hubiese vivido. Aunque de todas formas no comprendía sus sensaciones, puesto que no pasaba nada extraño que pudiese producirlas.
Miro nuevamente su reloj, había dormido mas tiempo del esperado, tomó sus cosas y emprendió camino a su nuevo destino. Echó un ultimo vistazo atrás e intentó converse a si misma que lo que vendría sería mucho mejor, aunque eso no fuese malo. Comenzó a caminar calle abajo rumbo a la estación con sus enormes maletas, dejando atrás todo lo que había sido su pasado, mientras su antigua casa a lo lejos la observaba con melancolía. Volvió a dar un vistazo antes de doblar la esquina y perderla de vista finalmente, seguía allí como rogándole de forma inexistente que no se marchara.
El viaje fue largo, su nueva vida comenzaría muy lejos de dónde se había criado, del lugar que le traía tantos recuerdos. Pasó la mayor parte del viaje durmiendo. Agradeció por primera vez no haber podido casi conciliar el sueño de noche y aunque había recuperado las fuerzas el débil movimiento y el silencio que había a su alrededor roto tal vez por algún tenue susurro la hizo entregarse sin intención nuevamente al dios de los sueños.
- señorita, ya estamos en la última parada –una voz que procuraba ser suave intentaba despertarla a la vez que la movía delicadamente.
- Oh, muchas gracias – respondió luego de abrir lentamente los ojos y asimilar lo que el amable hombre acababa de decirle.
Tomó sus cosas y comenzó a caminar. Le esperaba un largo trecho a pie antes de llegar a su nuevo hogar. Se ajustó un poco más la bufanda, los primeros días del invierno comenzaban a notarse. El camino era amplio, y no había forma de perderse tal y como le habían dicho. Minutos después apareció ante sus ojos una majestuosa mansión. Sacó de su bolsillo la doblada foto y la comparó con la que se encontraba ante ella. Era esa, no había dudas. Aunque los años se había cobrado algunos cristales seguramente de balones, y las tejas estaban agujereadas. Buscó dentro de su mochila la llave que abría el enorme y oxidado portón que le dejo paso después de un gran chirrido que rompió el silencio mortecino de la tarde. Se asusto cuando algunos pájaros que se encontraban cerca salieron volando alterados por el ruido. Se acercó lentamente a la puerta principal del gran caserón y la abrió con cierta dificultad por la antigüedad y el desgaste producido por el tiempo. Nada mas entrar quedo deslumbrada con la enorme escalera de mármol que se abría paso en medio del inmenso salón dividiéndose en dos brazos que daban acceso a la zona norte y sur de la segunda planta de la casa. Se posó en medio del gigantesco salón dejando caer las maletas que dieron un estruendo ensordecedor en el aletargado silencio. Si bien le hacían falta algunos retoques, la casa era más hermosa de lo que había imaginado. Le parecía demasiado grande para alguien solo como ella, pero sabía que acabaría acostumbrándose a esa majestuosa soledad que cubría la casa y todos los interminables jardines que la rodeaban. Subió las escaleras dejando atrás sus cosas, quería inspeccionar todo antes de decidir en que habitación se quedaría. Comenzó a recorrer todos los lugares, todo estaba intacto como si el tiempo se hubiese detenido en aquel lugar y nadie se haya percatado de ello. Las cosas estaban intactas, cubiertas de polvo y telas de araña pero en un estado envidiable a pesar del tiempo. Finalmente llegó a la habitación que había cautivado su atención cuando la vio de fuera. Un enorme balcón acaparaba toda la ventana. Era más grande de lo que había imaginado pero la gran cama que se encontraba en el centro de la misma parecía en buen estado y los demás muebles que intentaban llenarla también. Había además dos pequeñas puertas, una de ellas llevaba al baño y la otra a una especie de armario en el que encontró incluso unos viejos vestidos. Se quedaría en ella, se encontraba en mejor estado y más cerca de las escaleras que las demás. Descendió nuevamente las escaleras para ir en busca de su equipaje, todavía faltaban llegar la mitad de las cosas, pero para su sorpresa y suerte la casa tenía casi todo lo necesario. Incluso más de lo que ella podía imaginar. Desde la lejanía, la observaban ocultos entre las sombras, unos hermosos ojos verde esmeralda…

Jenn..*

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